Michuru quería seguir abroncando al público, pero este rugió asombrado. Se dio la vuelta y vio que, de entre las montañas de libros, apareció un individuo mal afeitado, con gafas y aspecto de hacerse el despistado. Estupefacta, Michuru se volvió a Danny y preguntó, gritando:
—¿Quién coño es este tío?
Danny estaba por su parte bastante perplejo.
—Verás, Michuru—intervino Polita, consultando sus notas—Es la elección de los productores. Por lo visto, opinan que este tipo va a ser una figura de la cultura y aquí lo tenéis, para que lo entrevistéis.
—¡Oh!—dijo Danny, lo que provocó la carcajada del público—Bueno, pues pasa… ¿Te llamas…?
—Roberto Perales—dijo el individuo, metiéndose ridículamente la mano en la solapa de la chaqueta, como en una mala imitación de Napoleón.
—Autor del blog del Lector Malquerido—leyó Polita, resaltando el nombre del blog.
Michuru puso mala cara.
—¿Es este el tío que hacía el paripé de tener una supuesta becaria que sólo quería sexo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, las cincuenta y dos semanas del año?—lo último lo dijo para hacer reír al público.
—Soy muy feminista y contrario de los micromachismos—dijo el tipo de pronto.
Nadie dijo nada, excepto alguien del público que tosió. Otro le ofreció pastillas para la tos y el primero le dio las gracias.
—Bueno, hablemos—dijo Danny—He oído hablar de ti, pero no he leído nada tuyo. ¿Cómo resumirías tu narrativa?
—Hago literatura, pero quitándole lo literario. Así la acerco al pueblo.
Danny se rascó la nariz, inseguro.
—A ver si te he comprendido, ¿quieres decir que tu obra es sencilla, perfecta para quien quiera empezar, o…?
—Verás, te pongo un ejemplo: el último Nobel. ¿Quién coño ha leído a ese tío?
—Pues yo, mira por dónde—replicó Danny.
—¿En serio has leído a ese autor centroafricano?
Danny puso tal cara de consternación que el público hasta se asombró.
—Sí, y te devuelvo la pregunta, ¿qué intentas decir? Ese hombre es muy conocido en varios países africanos y me parece justo que le hayan dado el Nobel. Si se lo hubieran dado al cuñado del jurado por escribir gorrinadas sobre futbolistas en un fanficción, pasen tus palabras, pero está muy fuera de lugar tu actitud.
—Creo que lo que Danny quiere decir es que no todo el mundo tiene que escribir sobre su sueño de ir a una cafetería de Praga porque allí viviera Kafka, creo que era—dijo Michuru con ironía.
Roberto miró molesto a Michuru, quien empezó a hablar en un idioma desconocido. Los que veían el programa por la tele pudieron leer «Michuru habla en sueco».
—¿No será danés?—preguntó Roberto—Una vez leí una novela danesa de seiscientas páginas. Ya es delito, escribir seiscientas páginas en danés.
—Roberto, si quieres, podemos hacer un listado de los idiomas en los que se pueden escribir novelas largas según tu magna opinión y se lo enviamos a los de la UNESCO—dijo Danny guiñando el ojo.
El público lanzó sonoras carcajadas. Polita, pacientemente, cronometraba.
—A la UNESCO les pediría que prohibieran La isla de las palpitaciones—declaró—Soy mejor que sus espectadores.
Danny y Michuru se miraron, como preguntándose «Dime por favor que es una broma tuya». Polita dejó de cronometrar y los avisó.
—Ya ha acabado el tiempo que había que dedicarle, podéis echarlo si queréis.
Danny y Michuru se levantaron, lo agarraron y amenazaron con tirarlo al público, que rugía encantado. El tipejo agitó los puños, irritado, alegando que aquello era una muestra de que era un incomprendido.
—¡Invoco a los lectores de mi blog!
—Más vale que los soltéis—advirtió Polita—Me notifican que nos están acribillando con puntuaciones de «No me gusta».
Danny y Michuru lo hicieron a regañadientes. El tipo se marchó, gruñendo y mascullando algo como «Ya sabía yo que no era lo mejor salir en este circo de locos». Pasó al lado de Polita, quien le hizo una pedorreta sin siquiera girarse del todo. El público se reía de lo lindo, así como Danny y Michuru.
—Bueno, pues la siguiente sección tiene como protagonista a nuestro público… Aunque no sé, sigo enfadada con ellos por el trato dado a don Caldo—comentó Michuru con ironía.
El público lanzó alaridos y lamentos, «¡Perdónanos, Michuru!», «¡Somos víctimas de una nefasta educación» e incluso «¡Tengo un certificado oficial de tonto del culo!».
—¡Sí que se han puesto de moda esos certificados…!—comentó Danny, impresionado.
—Ya sabes, con tal de no dar golpe… Es la vertiente burocrática del refrán «Dame pan y llámame tonto».
Ambos rieron.
—Bueno, voy a ser buena—el público se alegró, pero calló enseguida para no provocar de nuevo el enfado de su diva—Vamos a hacer una encuesta literaria. ¡Adelante, Polita!
Polita dio la orden y en la pantalla del plató, lo único que vieron los telespectadores, apareció esta encuesta:
«¿QUÉ TE PARECEN ESTAS FAMOSAS OBRAS LITERARIAS?
CORPÚSCULO
EL PRÓDIGO CAPISCI
EL ARRIBISTA»
—Me parece cuestionable aplicarles ese sintagma, ¡pero bueno…!—dijo Danny, suspirando.
—¡AAAAAAAAAAAAH! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Ese grito procedió del público. Tan intenso fue que a Polita se le cayó el café, que debía de estar muy caliente, pues se soplaba en la mano desesperada. Danny y Michuru se miraron, extrañados.
—¿Todo bien?—preguntó Michuru, con preocupación.
—¡No puedo creer que critiquéis Corpúsculo!—gritó la misma voz.
—¿Eres fan?—preguntó Michuru, cortés.
—No, pero he leído en Twitter, en Tik-Tok y en el blog de una chica que las críticas a Corpúsculo suelen ser misóginas.
Michuru y Danny se miraron, asombrados.
—Mira, aquí somos tolerantes y respetuosos con todas las elecciones vitales, así como abiertos a cualquier debate y comentario, sin importar el medio...—empezó Danny—, ¡pero no!—sentenció y el público lanzó una exclamación que, empezando interrogativa, acabó siendo un reproche.
—¡AAAAAAAH!, ¿EEEEEEEH?—sería la onomatopeya más aproximada.
—Hija—dijo Michuru, señalando a la pantalla—Hemos incluido dos obras de hombres y una de una mujer. No creas que a esas dos no les van a llover críticas. De hecho—y señaló a Polita, quien no necesitó saber más.
En la pantalla aparecieron comentarios de la web oficial del programa. Algunos eran tales que:
«Corpúsculo es un rollo». Pepita.
«De El arribista no puedo ni decir que sea buen papel higiénico». Mondonguero 10239.
«El código capisci es un vodevil de veleidades disfrazadas de sentencias profundas, un bálsamo de feriante que encuentra el apoyo de una prensa vendida y el aplauso de tres o cuatro mamarrachos». Un pobre inculto.
«De estos tres libros no sacaría siquiera dos frases que pudiera decirle al vecino en el ascensor sin sentirme ridículamente estúpida». Josefa.
—Como puedes ver—continuó Michuru—Los tres están recibiendo palos.
—¡Pero es que Corpúsculo es un fenómeno!—replicó la muchacha.
—Y El arribista ya es una religión—dijo Danny—No es broma, la ha reconocido Nueva Armenia como religión estatal.
—Los neoarmenios son los neohipsters de la neohistoria—sentenció Michuru.
La muchacha emitió una especie de maullido de fastidio. Viendo que ya nadie replicaba, Michuru puso una cara muy alegre.
—Bueno, ¡pues por fin hemos llegado a nuestro invitado estrella de la noche!—anunció Michuru, entusiasmada.
—Sí...—dijo Danny, casi apático.
El público cuchicheó sobre la diferencia entre sus reacciones.
—Querido público, debo admitir que Danny tuvo otras opiniones sobre quien debía ser nuestro invitado estrella, pero como es el homenajeado, tuvo que admitir mi opinión.
El público lanzó una sonora exclamación.
—Así, y sin más preámbulos, ¡recibamos con un gran aplauso a Jaimito Fraile!
El público aplaudió, pero se oyeron preguntas como «Y este tío, ¿quién es?» cuando el recién llegado, un barbudo con camiseta y vaqueros, hizo dos peinetas con ambas manos y sacó la lengua. Michuru se quedó mirándolo un poco incómoda, mientras Danny hacía una mueca de desagrado.
—¡Hey, Michuru! ¡Saludos, Danny!
—¡Bienvenido, Jaimito!
—Encantado—dijo Danny, más reservado—Bueno, hablemos de tu libro, «Mil millones de pedacitos chiquititos». Según leo en la contraportada, se basa en hechos de tu vida.
—Autobiográfico—corrigió Jaimito.
—Bueno, ya sabes lo que dicen los mejores escritores: que incluso aunque cuentes algo que te ocurrió, entre el hecho y el recuerdo se hunde el abismo de la memoria y se alza la montaña del recuerdo.
El público mostró su asombro ante la inesperada poesía de Danny. Michuru tomó la palabra.
—El caso es que en el libro cuentas tus experiencias con las drogas. Llegaste a ser un adicto a la cocaína, a la heroína y a la zipizapeína.
El público lanzó una exclamación de terror.
—Sí, y lo más grave es que…
Jaimito adoptó una pose de profundo dolor. Michuru lo miraba, angustiada, mientras que Danny, esperaba educadamente. El público mostraba asimismo su expectación. Polita también apareció, dando órdenes de que se fijara la atención en el entrevistado. Al verse en la pantalla, Polita hizo una mueca para expresar que no sabía qué ocurría con el susodicho.
—...Provoqué accidentalmente la muerte de un amigo.
El público lanzó una exclamación tan profunda que el plató quedó inundado de un estentóreo «¡OOOOOOOOOH!». Michuru sufría por Jaimito, aunque Danny y Polita intercambiaron una mirada de ligero escepticismo.
—¡Ejem!—dijo Danny—Lamento el hecho, Jaimito. La lectura de tu libro lo deja claro, aunque...
Michuru lo miró con descarado desdén.
—Entiendo que es difícil hablar de una muerte personal, pero quizás te haya salido una descripción que se regodee en demasía en el melodrama barato.
Michuru tomó aire, indignada. El público se asombró de lo que hubieron oído.
—Danny—dijo Michuru e hizo una pausa—Tiene que haber literatura para todos los públicos, no sólo obras sobre un alcohólico esloveno que lamenta no follar todos los días con las chavalas del vecindario.
El público rugió, entusiasmado.
—Jamás he pensado tal cosa, ni sobre la literatura, ni sobre los eslovenos, ni sobre los alcohólicos, ni sobre las muchachas de los barrios. Ni de todas juntas, ya puestos.
El público aplaudió su respuesta.
—Pero escribir durante cinco páginas «¡No, no, no! ¡No puede morir! ¿Qué hay de nuestra promesa sobre correr desnudos por el campo de futbito?» me parece absurdo, máxime porque uno tiene la sensación de que es para justificar que aparezca como un minicapítulo. Minicapítulo que rompe la acción, puesto que…
Michuru lo ignoró, haciendo gestos burlescos que provocaron la risa del público, y siguió hablando con Jaimito Fraile.
—Así pues, has usado la literatura como terapia y reflexión.
—¡Sí, sí, sí!—gritaba Jaimito Fraile como un niño pidiendo más galletas—Sentía dentro ese demonio interior, que me obligaba a seguir el mal...
—Jaimito—dijo Danny, sapiencial—Si es interior, ¡claro que está dentro!
El público abucheó los comentarios de Danny. Michuru lo miró de nuevo con desdén, pero Polita le daba la razón a Danny.
—Técnicamente es correcto, Michuru—dijo ella, sorbiendo café otra vez.
Michuru se levantó y algo soliviantada, empezó a explicarse.
—¡Por favor! Hablamos de literatura íntima, personal. No niego que su estilo pueda ser simplón a ratos, pero creo que podemos perdonarle esos errores.
Se volvió a sentar, aclamada por el público, mientras que Danny y Polita intercambiaban miradas de fastidio.
—Ahora viene lo importante: acabaste en la cárcel, porque robaste para pagar tu adicción.
Jaimito volvió a adoptar esa pose de profundo dolor. El público le daba ánimos para que hablara.
—¡Fue traumático! Fui a parar a un penal inhumano. Los olores, las cucarachas, las palizas, el aislamiento, las cucarachas, las bandas, las duchas, los camastros, la comida, las cucarachas, la desesperanza, la inactividad, la culpabilidad… ¿He nombrado las cucarachas?
—Tres veces—dijo Polita, consultando una pizarra en la que había estado apuntando las veces que las había nombrado.
—Eran las cuca… «arrachas»—comentó Danny.
Nadie se rió, ni tan siquiera Polita. Michuru agitó la cabeza decepcionada. Se oyó cantar a un grillo y alguien entre el público comentó:
—¡Un grillo no es una cucaracha!
El grillo dejó de cantar de improviso. Polita miraba por el suelo, buscando al grillo, cuando de pronto prestó atención al pinganillo.
—¿Cómo lo hará?—se preguntó y se dirigió a Michuru—No te vas a creer quién ha llamado.
—Será Miguelito—dijo Michuru, segura—Quiero decir, ese muchacho siempre sabe cuándo vamos a emitir un programa. Tiene algo parecido al sentido arácnido de Spider-Man.
—Pues casi, es alguien que dice ser un conocido suyo y que tiene que decirte algo importante sobre nuestro invitado.
Michuru chasqueó los dedos ostentiblemente, con una mueca de fingida decepción, lo que causó que el público se partiera histéricamente de la risa. Para los telespectadores, apareció el cartel «¡¡MICHURU A VECES FALLA, AMIGOS!!».
—¡Cachis! Bueno, los amigos de Miguelito son bienvenidos, así que le invito a hablar.
Se oyó una voz después de los sonidos de conexión de rigor.
—¿Hola? ¿Michuru? ¿Michuru? ¿Michuru?
—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?—respondió ella y sacó la lengua, burlona.
—¡Ah! ¡Hola, Michuru! Soy amigo de Miguelito.
—Ya me lo han contado. Bueno, ¿qué quieres?
El tipo bebió agua. El público bisbiseaba, expectante. Danny y Michuru se miraban, pacientes. Jaimito parecía inquieto. Polita se llevó el vasito de café a la boca, pero entonces miró su interior y lo levantó, examinándolo. Debía de estar vacío.
—Perdona, es que tenía sed. Escucha, voy a ser directo: el tío ese miente. No es cierto lo que cuenta.
El público lanzó una sonora exclamación que inundó el plató. Danny se sorprendió, Michuru se irritó y Jaimito Fraile se quedó helado. Mientras, Polita le pedía al gordo que se había estado hurgando la nariz otro café, pero miró al plató al oír la conmoción.
—¡Mira lo que dices, que este es el programa Homo homonivorus y nos preciamos de ser verdaderos!—dijo Michuru.
—Incluso crudos—dijo Danny.
—Yo no, a mí me guisaron estupendamente—replicó Michuru y el público se rió.
—Veréis, soy el autor de la web «Anales Criminales». Os pido que no digáis nada del título, sé que suena raro. En cualquier caso, mi web se encarga de recoger datos sobre criminales famosos. Cuando he oído hablar del pasado del tal Jaimito, lo he investigado. Nada es cierto.
El público emitió una exclamación de absoluto desconcierto. Danny abrió la boca, pasmado. Polita escupió casi todo el café que estaba bebiendo. Jaimito se puso blanco. No obstante, Michuru no dijo nada.
—Vale, dime qué has descubierto.
—Pues te cuento: al pavo lo detuvieron hace diez años por intentar vender un cigarro que en realidad era de hierbas aromáticas. Como al fin y al cabo no era tal, lo soltaron inmediatamente. Hace cinco, se saltó un stop para patitos y lo multaron.
—¡Qué monstruo!—gritaron entre el público.
Michuru vio por una de las cámaras la expresión de Jaimito. Sin moverse, giró el cuello hacia él de modo brusco. El público no se atrevió a hablar, a pesar de que Danny hacía gestos cómicos que querían decir que iba a recibir una buena bronca.
—Bueno, Jaimito—dijo Michuru, tranquila—, ¿qué puedes decir de estas acusaciones?
Jaimito estaba nervioso. Polita pidió a los cámaras que centraran la imagen en él y añadieran estos carteles para los telespectadores:
ESTÁ SUDANDO MUCHÍSIMO. ESTE TÍO ESTÁ A PUNTO DE VENIRSE ABAJO EN LO QUE SE TARDA EN DECIR «MEFISTÓFELES».
—Bueno… A ver, respecto a la cárcel… Es posible que nunca haya sufrido una condena en firme.
Danny hizo gestos de profunda decepción. El público lanzó una sonora exclamación, que volvió a envolverlos. Michuru no dijo nada.
—Entonces, todo lo que has escrito… Lo de tu amigo muerto, las experiencias con las drogas…
—¡Ahí está la clave!
—¡Menudo frase tópica, Jaimito!—dijo Danny, enfadado.
Polita se rió del comentario de Danny.
—Quiero decir que todo es real, pero no me pasó a mí. Les pasó a unos amigos… que han muerto—dijo, patéticamente, tanto en el sentido literal como en el metafórico.
Se volvió a oír el canto del grillo. Polita volvió a buscarlo.
—Jaimito...—empezó a decir Michuru con una sonrisa de oreja a oreja—¡NO ME JODAS!
—¡La has fastidiado, chaval!—dijo Danny, riendo.
—¡Exacto! ¡INSENSATO!—gritó Michuru cual personaje homérico relatando la desdicha ocurrida a un necio—¿Acaso no sabes que en este programa nos es preciada la absoluta verdad de nuestros entrevistados?
Todos aplaudieron: el público, Danny, Polita, seguramente el grillo que había cantado también aplaudía, dentro de los medios posibles para tal insecto.
—Te juro que es verdad, Michuru.
—¡Me importa un huevo de Santo Pito Pato bizco!—gritó Michuru.
El público rugía, satisfecho por el nuevo giro de la entrevista, mientras que Danny contemplaba el espectáculo riendo. Polita se limitaba a dirigir la grabación.
—Bueno, quizás para compensar...—Jaimito rebuscó en una bolsa que traía y sacó un tocho enorme—He escrito este otro libro, «Al pan, pan, y al vino, vino». Resulta que viene Jesucristo de nuevo a la Tierra, pero ahora nace en Malasaña y...
Danny y Polita se dieron una palmada en la frente, mientras el público gritaba «¿EN SERIO, TÍO?», pero entonces pasó a gritar asombrado cuando Michuru cogió el libro y se lo estampó al autor en la cabeza, una verdadera hazaña puesto que parecía muy pesado.
—¡ESTO PIENSO YO DE TU LIBRO SOBRE JESUCRISTO! ¡CRETINO! ¿PARA ESO NO HE LEÍDO NO SOY STILLER, DE MAX FRISCH?
—¡Magnífica novela, amigos!—recomendó Danny.
Michuru entonces destrozó el volumen a mordiscos, mientras Jaimito lloraba desconsolado.
—¡Aaaaaah!—gritaba Jaimito—¡En ese libro expresaba mi idea sobre el Mesías al que yo admitiría!
Polita encargó a los de grabación que hicieran cuantos memes se les ocurrieran con Jaimito lanzando su cómica exclamación de horror, que se hicieron enseguida populares.
—¡INSENSATO!—gritó de nuevo Michuru, esta vez con un matiz más propio del Antiguo Testamento, paradójicamente por lo que añadió a continuación—¿NO SABES QUE NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA? ¡LO DIJO JESUCRISTO!
Entonces, se lanzó sobre Jaimito y lo obligó a comer las trizas que ahora eran su libro mientras le mordía. Finalmente, el escritorzuelo escapó como pudo, abucheado por el público y con Polita añadiendo sonidos cómicos a su patética huida.
—¡Vaya, amigos! ¡Michuru me ha superado en la crítica literaria! ¡Mis aceradas críticas nada pueden contra su crítica a dentelladas!
Todos rieron, incluso Polita y su equipo. Michuru se volvió, jadeando. Un grupo de sanitarios llegó y atendió a Jaimito, quien fue abucheado, aunque de pronto se oyó:
—¡No tiréis cosas, que les podemos dar a los de emergencias!
—¡Ah, esperad!
Y los sanitarios, amablemente, se retiraron y el público le arrojó al malhadado Jaimito tomates, papeles, herraduras e incluso alguien arrojó la cabeza de una muñeca de aspecto siniestro. Una vez acabada la lluvia de porquería, los sanitarios se lo llevaron entre aplausos.
Mientras, Michuru bebía de una botella.
—¡Me cago en su puta estampa!—gritó Michuru, y el público la cubrió en alabanzas y ánimos—¡Gracias, amigos, pero ahora tendremos que ir a publicidad antes de tiempo! ¡He echado al último invitado antes de hora!
—Si me permites...—intervino Danny, lo que causó el entusiasmo del público.
Danny intentó pedir silencio, pero el gesto fue interpretado como genuina humildad y dio lugar a más aplausos, incluyendo a Polita, quien aplaudía asimismo.
—Sí, Danny—dijo Michuru, cuando todo se calmó dentro de lo aceptable—Debería haberte escuchado.
Nuevos rugidos y cuando volvió el silencio, Danny habló.
—Sólo por si acaso, llamé a un viejo amigo mío para que fuera un invitado de reserva, por si se nos moría alguno o lo secuestraba la Cucaracha Marxista.
Michuru se quedó mirando a Danny un buen rato.
—¿No será el tío que escribió eso de la chica pulpo y el pavo ese que se hacen amigos?
—¡Pues sí!
Michuru y Danny se miraron un buen rato. El público contenía la respiración, hasta el punto de que se oyeron golpes de algunos cayendo por falta de aliento. Polita miraba también, intrigada, sin tomar el café.
—Mira, que salga si le apetece—cedió por fin Michuru—No soy quien, supongo, para hacer juicios literarios.
—¡Bravo!—dijo Danny—Polita, pídele a ese hombre que salga.
Polita le indicó a alguien que pasara y algo voló a su lado. El mismo tipo de la grabación, un poco más envejecido, salió al plató entre aplausos no escandalosamente ruidosos.
—¡Hoolaaaaa!—saludó C. a Danny, afectuosamente—¡Cuánto tiempo! Un placer, Michuru Fernández.
—Lo mismo digo y disculpa el lamentable espectáculo con ese pájaro.
—¡Naaaaaa! Has hecho bien, así se debe tratar a los autores que van de listos por la vida y luego escriben gilipolleces. Que escriban gilipolleces, como yo, o que vayan de listos siendo buenos, pase, pero las dos a la vez, ¡ni de coña!
El público se asombró de tan contundentes opiniones. Michuru estaba un tanto perpleja y Danny asentía, satisfecho.
—Bueno...—empezó Michuru, recuperada la compostura—¿Puedes hablarnos de alguna obra reciente?
—Podría, pero no me hace falta… SOIS una de mis obras más recientes.
Danny y Michuru se miraron, extrañados. C. entonces sacó de un bolsillo una tablet de apariencia normal, pero cuando Danny y Michuru la quisieron ver de cerca, leyeron lo siguiente:
«En el centro del plató, se ve una silueta de construcciones con inclinaciones un poco empinadas. Cerca de cierto amontonamiento bajo, dos figuras se mueven. Las luces se encienden y vemos a Danny y Michuru salir de un montón de libros, que constituyen las construcciones. Ambos salen mientras el público ruge entusiasmado.
—¡Qué alegría, amigos!—dijo Michuru»
No pudieron seguir leyendo. Aterrados, se miraron consternados y el programa pareció congelarse. C. se encogió de hombros y comentó:
—Siempre es duro encontrar al creador.