lunes, 23 de diciembre de 2019

Chargeman Ken! ¡Qué difícil es hacer un buen héroe!

(Antes de leer la siguiente entrada, quiero advertir al amable lector, si hubiera alguno, que la aproveché para resumir temas que iban a ocupar otras entradas, pero que no salieron a la luz entre mi pereza y mi falta de tiempo para llevar un blog. Esperemos que no se note demasiado, aunque no use el corta y pega en ningún momento)

Hará cosa de dos meses, vi por Twitter, entre hilos llenitos de bilis, a mi compinche Mario Domínguez Soler colgar este precioso vídeo. Véanlo, si les gusta un recopilatorio de las peores escenas de una serie malísima de dibujos animados japoneses de hace más de medio siglo.


Ya puestos, colguemos también el hilo de tuits.
Y así descubrí Chargeman Ken!, una sabrosa muestra de que, cuando un trabajo de ficción llega a ser lo suficientemente malo, llega a ser bueno. La serie es de hecho peor que la muestra recogida en el vídeo, y no sólo ya por esa animación lamentable, sino especialmente porque los guiones son tremendos. La vi  completa, por cierto, en esta cuenta de YouTube.

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Yo siempre admitiré mi gusto por estos efectos visuales. ¡Más cuando están bien hechos!

Chargeman Ken! va, en resumidas cuentas, de un tal Ken Izumi, un joven superhéroe que se dedica a salvar al mundo de esa especie de alienígenas que aparecen en el vídeo. En el original japonés se llaman ジュラル星人, "juraru seijin", literalmente "seres humanos del astro Juraru", y en los subtítulos al inglés se los llama "Juralians". Pero como al fin y al cabo es una adaptación, prefiero llamarlos aquí "julais" porque, como pronto veremos, les va que ni pintado en su primera acepción de persona especialmente estúpida.

Como bien nos cuenta la canción de apertura, Ken es un Chargeman, que viene a ser que su cinturón tiene un receptor que le otorga sus superpoderes tan pronto como percibe una simple chispa de luz, en un ejemplo de lo que podría llegar a ser un óptimo aprovechamiento energético. Cada que se transforma, hace una voltereta hacia atrás, en un ejemplo de que hubo un tiempo en que no había una separación formal entre los sentai (Power Rangers y similares) y el manga, ni tampoco los bailecitos eran una exclusiva de las magical girls.

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En nombre de los buenos guiones, ¡te castigaremos!

Por qué tiene Ken tales habilidades nunca es explicado, como tampoco cuáles son: en cierto capítulo Ken es telépata, lo que no deja de tener tomate porque luego nunca se entera de cuándo se le acerca un julai disfrazado. Es un caso claro de añadir poderes según convenga al argumento.

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Ahora hablemos de los villanos, los julais, también víctimas de este guión cuyos detalles varían según le salga las narices al guionista de turno. Su apariencia física remite a los marcianos de La guerra de los mundos, descritos en la novela como una suerte de pulpos, y que en Japón todavía es uno de los tópicos del alienígena, como Koro-sensei.

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Sus características están a medio camino entre los alienígenas y los seres sobrenaturales: no se reflejan en el espejo y en algunos capítulos se insinúa que a veces chupan sangre, como los vampiros. Asimismo, a veces se habla de sus manipulaciones en algún desafortunado terrícola como "hechizos" y su líder se llama "Rey de los demonios", el cual por cierto se me antoja parecido a Krusty el payaso, el ídolo de Bart Simpson.

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¡Hola, niños! Hoy aprenderemos a conquistar el mundo aunque tus esbirros sean unos patanes.

No obstante, tienen naves y bases secretas y se identifican numéricamente, dando a entender que son creados en serie, dando de paso una justificación sobre por qué no se parecen a su jefe. Del guión se desprende que intentan emigrar a la Tierra porque su planeta de origen está devastado, aunque no queda claro si a consecuencia de acciones humanas o no. Lo que jamás queda claro, siendo más importante, es por qué se dedican a invadir el planeta con mil y un planes absurdos, más propios de una película de chistes que de un ataque alienígena serio. Otro momento de comedia involuntaria aparece cuando, en un capítulo, el anticipador de Krusty, en plena arenga a sus infortunadas tropas, asegura que están adelantados científicamente a los terrícolas medio milenio o algo así. Porque el espectador con memoria recuerda entonces que los julais intentan acabar con Ken y otros humanos mediante horcas y otros recursos propios de la Edad de Piedra. La cumbre del ridículo se alcanza cuando uno de sus propios bicharracos levanta el tentáculo y comenta que, sea así o no, él tiene la clara sensación de que Ken los está masacrando.


El escenario de la acción, el worldbuilding como lo llaman ahora los modernos, es el futuro, en concreto el año 2074 según la Wikipedia (debo admitir que no caigo en cuál capítulo lo comentan). Como es el caso de tantas obras de ciencia-ficción, el progreso tecnológico es increíble, con viajes espaciales, robots inteligentes y maravillas a cada paso. Lástima, eso sí, que los creadores de la serie descuidaran los detalles y jamás nos contaran algo ni demasiado original ni estable. Por ejemplo, en algunos capítulos se nos cuenta que la educación en este mundo moderno se da en un edificio con forma de torre, en la que cada piso más arriba es un nivel académico superior. Bueno, pues en un capítulo vemos a Ken salir de la escuela, y esta tiene un patio típico de escuela japonesa actual. ¿Dónde está la famosa torre? ¿O es que la torre tiene un patio al estilo actual? Como tenga que haber espacio para tantos alumnos, debe de ser tremendo el patio.

Por supuesto, y aunque los intentos infructuosos de invasión por parte de los julais son de conocimiento público, nadie ha tenido la buena idea en este mundo de poner espejos públicos que revelen inmediatamente al julai viendo que no se refleje, o como mínimo prevenir que circulen por ahí como si nada.

Los secundarios más estables son la propia familia de Ken, su maestra de escuela y un señor científico, quizás relacionado con los poderes del niño con vestido de color de yema de huevo. El padre va vestido de traje, a diferencia de otros trajes más futuristas, como su retoño, y en un capítulo lo llaman "sensei", que lo mismo puede ser médico, que maestro, que doctor, que vaya usted a saber qué. Algo será, viendo la choza donde que viven.


La madre es ama de casa y no sé si decir si esto es el machismo de la época, que aún esperaba fundamentalmente de la mujer que pensara en casarse, o el machismo japonés, que incluso hoy en día da muestras de lo que en España se llamaría carácter carpetovetónico. Dejémoslo en mitad y mitad.

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Eso se nota especialmente en el trato dado a Caron, la hermanita de Ken, que está para que la secuestren y dar una imagen frívola de niña bien, aunque por lo general sea buena con su hermano.

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Por último, tenemos a Barican, el simpático robot mascota de la familia, que está para hacer el ridículo y de tanto en tanto el héroe de modo bastante convincente, sea la verdad dicha. A pesar de todo, tengo para mí que es el menos estúpido de la trama, aunque tampoco era difícil viendo el poco nivel que tiene el resto.

Pero lo realmente chocante de Chargeman Ken! es la moral que desprende la historia: Ken no sólo mata a los julais cuando estos todavía conservan forma humana, que suele ser un tabú cuando el protagonista es un niño, sino que a veces se carga a las víctimas, como podemos ver en el vídeo con el trato que le da al pobre doctor Volta, al que sacrifica sólo porque en realidad era un robot con una bomba en la cabeza que suplantaba al verdadero doctor SIN SABER ESTO QUE ACABO DE DECIR. El capítulo que acabo de nombrar se llama en la versión en inglés Dynamite in the Brain, hermoso título sin lugar a dudas.

En otras ocasiones, se carga a los julais cuando están claramente huyendo, que también suele ser un tabú. Pero a mí el capítulo que más me ha sorprendido es ese en que un ingeniero, constructor de submarinos, se casa con una mujer que no tiene familia. La mujer, ni que decir tiene, resulta ser una espía julai, cosa que nuestro simpático Ken, listísimo cuando el argumento lo requiere, se huele desde el minuto 1. ¿Qué ocurre cuando Ken descubre el pastel? Que se carga a la mujer y a sus ayudantes sin pestañear. Al final del capítulo, el padre de Ken no tiene mejor idea que proponer al pobre viudo CASARSE DE NUEVO, a lo que este contesta riendo que no le apetecen más esposas julais.

Dejando a un lado el posible daño psicológico que hubiera sufrido cualquiera al saber que la mujer con la que iba a compartir su vida era una espía malvada que conspiraba contra la humanidad, tenemos el hecho de que este hombre disfrutó durante la noche de bodas de sexo alienígena. ¡Coño, como en Los Simpson! Entre que si el líder se parece a Krusty y esto, a ver si va a ser esta la serie que predijo a Los Simpson, al contrario de lo habitual.

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Por eso, Homer votó a Kodos.

Por ello, la serie ha ganado infamia desde que fue publicada en DVD y algunos vídeos aparecieron en plataformas de Internet hace unos años, en una muestra de que algunas decisiones comerciales son arbitrarias. Pero como lado positivo, ha provocado que hayamos surgido seguidores enamorados precisamente de la cutrez del argumento. Al igual que The Room, de Tommy Wiseau, Chargeman Ken! se ha convertido en un clásico del mal gusto.

Pero, como soy así, hay que decir a favor de los creadores dos defensas: primero, que a lo mejor no fue un problema de mal trabajo, sino de mal método, que muchas veces se subestima. Los productos infantiles se hacían no pocas veces considerando a su público objetivo como retrasado mental. Segundo, que no esperarían ni de coña que en el futuro un grupo de adultos ociosos vieran su obra con tan mala uva. De hecho, en el hilo de Twitter que se muestra antes, es lo que el tuitero que responde al nombre de Red Bat explica.


Pues sí, para qué engañarnos. El propio concepto de "historia infantil" hasta cierto punto es reciente: la práctica totalidad de la literatura escrita antes del siglo XX estaba pensada para adultos o en el mejor de los casos para que también lo leyeran adultos. Aunque Stevenson y su Isla del tesoro fueron revolucionarios en ese sentido, todavía no estaba del todo claro qué elementos narrativos funcionaban mejor con los chavalines.

Por otro lado, para mí lo realmente interesante de Chargeman Ken! es que pone en evidencia algo que algunas veces veo comentado por Internet: ese momento en que el "héroe" desencanta a la audiencia. Y aquí me voy a tomar cierto tiempo en explicarme, y además voy a adoptar un punto de vista histórico.

En los tiempos clásicos, los héroes eran simplemente personajes, a veces de poder descomunal, que iban por esos mundos realizando hazañas para aumentar su gloria, lo que muchas veces beneficiaba a la gente en general porque mataban a monstruos. Nótese que digo en general porque otras "hazañas" eran impresentables ahora, como raptar a muchachas o cosas que casi parece cómicas como robar vacas, si no fueran porque también mataban al dueño.

En otras ocasiones, el héroe no es que buscara su beneficio personal y le diera una higa el beneficio general que originaba, es que causaba tristeza y desolación. En uno de los relatos del Decamerón, nos cuentan la historia de Cimón, un tipo más bruto que un arado que, después de conocer a una muchacha bellísima, se enamora de ella y se instruye para no parecer un borrico a sus ojos. Pero la muchacha ha sido prometida a un tipo de Creta y allá la llevan en barco. ¿La solución de Cimón? Enrolar una tripulación pirata y atacar a la del primer barco hasta que sueltan a la chica. No obstante, no tiene suerte y llega mira tú por dónde hacia donde la llevaban, a Creta, donde los supervivientes del primer barco lo ven, dan la voz de alarma y lo pillan con sus compinches.

Los meten en prisión, claro, a pesar de las protestas del prometido de la muchacha, que exige sangre y allí se habrían quedado si no hubiera sido porque otro tipo se promete con otra muchacha, que era la que quería para sí el encargado de la prisión. Así que este libera a los reos y montan una carnicería de espanto en la boda. Al final, huyen, pero luego vuelven a salvo gracias a los tejemanejes de sus familias, que logran la paz. Ni palabra sobre los sentimientos de las dos muchachas, claro.

Tremendo, ¿eh? Recuerdo que cuando lo leí me impresionó profundamente, pero no nos equivoquemos: estos dos no pretender ser héroes benevolentes. Son egoístas, pero tampoco villanos: el daño que hacen es por un beneficio, no por un supuesto amor al mal. Tampoco la tripulación de Cimón pasa de ser lo propio del pirata.

Pues lo gracioso viene cuando argumentos muy similares se presentaban como heroicos en obras posteriores. Los piratas del Caribe, una película del 50 sin ninguna relación con Johnny Depp con rastas, nos pone el triste caso de un holandés que es encarcelado por la villanía del virreinato español. Por ello, se venga haciéndose pirata (lo esperabais, ¿a que sí?) y rapta a la prometida del virrey. Sí, tal cual. Como quien le roba hoy un lápiz a su enemigo para fastidiarlo. Por supuesto, con el tiempo la tía se enamora por él porque, bueno, el prota es el prota.

En otras palabras: no todas las historias épicas pueden contemplarse desde una óptica maniquea, que divide a buenos y malos en dos partes... y en algunas es directamente estúpido intentarlo, porque se acaba presentando como heroico un verdadero despropósito moral. Y muy especialmente, a veces una historia tiene un protagonista amoral, como el caso de Cimón narrado más arriba, o incluso inmoral, como en La naranja mecánica. Pero como se ve en el otro caso que comento, el maniqueísmo tiene una fuerza inusitada y hay una tendencia malísima en identificar al protagonista como el bueno sin pensarlo dos veces. Los propios autores de la obra son los primeros asombrados cuando comprueban que la gente no siempre entiende el punto malicioso de su historia...

Por supuesto, se podría alegar que algunos individuos tienen una moral diferente y es un hecho que diversas culturas alrededor del mundo no siempre coinciden en su jerarquía de valores... Pero no deja de sorprender cómo dos autores procedentes del mismo país y que trabajaron en la misma época puedan tratar el mismo hecho con sorprendentes diferencias, uno como un crimen imperdonable y el otro perdonando lo que en cualquier caso es un acto que daña a terceros.

Y es que habría que asumir ya que algunos autores no tienen muchos, ejem, miramientos morales, por decirlo finamente, y empezaron como uno más de esos lectores, espectadores, lo que sea, no muy perspicaces. Y si tienen éxito como autores, no es tanto por su conocimiento de la naturaleza humana o su agudeza artística sino por su capacidad de mimetizar lo que llevó a otros al éxito. De hecho, diría que el problema de algunos guiones empieza porque se mezclan elementos de obras de estilo amable con los procedentes de obras más cínicas y violentas. Así se explica el hecho de que los cómics de los 90, por ejemplo, fueran un sinfín de antihéroes ultraviolentos que reproducían la estructura narrativa y los mismos motivos argumentales de sus predecesores de las décadas anteriores.

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Otro problema que veo muy criticado por las redes es el foco, por ejemplo destacar a un único protagonista cuando el argumento pretende mostrar trabajo en equipo. Tan contradictorio como vanidoso. Uno de los mejores contraejemplos que conozco es de un tebeo cuyo título coincide con el del héroe epónimo: El Eternauta, con guión de Héctor Germán Oesterheld y dibujo de Francisco Solano López. En este, el protagonista es el narrador de la historia y destaca especialmente por cómo alaba el esfuerzo ajeno. No es casualidad, pues el propio Oesterheld prefería al héroe que trabajaba en equipo.


Así pues, gracias Chargeman Ken! por existir y ser un ejemplo de todo lo que no se debe hacer. A veces es necesario tenerlos, como Dan Brown en la literatura.

domingo, 14 de julio de 2019

Gastón Elgafe y su influencia sobre Francisco Ibáñez.


Gastón Elgafe, previamente publicado en España como Tomás el Gafe, es un personaje legendario del cómic belga, en particular de Franquin, una de las cabezas más brillantes del mismo, que trabajó con esmero el personaje. Aunque formalmente empezó por el formato de tira de media página que acabó extendiéndose a una completa, Gastón nació como una coña interna de la revista Spirou: apareció un buen día por la redacción porque lo llamó "alguien", y se limitaba a hacer chistes en los bordes de legítimas páginas de los artículos de la revista, hasta que un interrogatorio por parte de los propios Spirou y Fantasio sacó en claro su nombre.

A partir de ahí, su despegue y popularidad nunca descendieron. Con tres tomos leídos, puedo decir que lo entiendo: las tiras son buenas y tienen personalidad cuarenta años después. El personaje es perfectamente coherente: Gastón es un hombre de carácter infantil, bienintencionado aunque a menudo catastrófico para los que se encuentran a su alrededor.

Entre sus aficiones está la música, con el gafófono siendo su contribución más sonora (¡JAJA!) a la disciplina artística. Además, es un avezado inventor, aunque tiene un problemilla: casi todos sus inventos acaban en desastre, así como sus contribuciones a la química. Por último, es un incansable amante de los animales, como se ve en la siguiente tira.


Ingeniosa, ¿eh?

Conocía Gastón Elgafe por motivos bastante polémicos: hace ya bastante tiempo, una web francesa muestra comparaciones de tiras de este tebeo belga con otras de El botones Sacarino, una de las tantas obras de Francisco Ibáñez. De este hecho se hizo eco ADLO! hace ya unos buenos años (pero no en un solo artículo), que además repitieron en el blog En todo el colodrillo. La página no oficial de Mortadelo y Filemón ha encontrado todavía más parecidos con otras obras de Franquin, entre otros autores franceses y belgas.

De hecho, una de las cosas que más me asombraron de la lectura de Gastón no es ya que en efecto las primeras tiras fueran a veces calcadas por Ibáñez, es que su lectura facilita la propia lectura de la obra de Ibáñez: leyendo Gastón, uno entiende por qué la mitad de la historias tratan de firmas de contratos que arruina la memez de turno de Sacarino, mientras que otra buena porción va de algún bicho que se trae el cabezón.

No obstante, Ibáñez a veces ha explicado que El botones Sacarino se basaba en él mismo, y hay que decir que es cierto que de joven trabajó de botones. Recuerdo que cuando hace algunos años hicieron una serie del personaje con actores de carne y hueso, cierto artículo rezaba que la obra de Ibáñez es "en parte autobiográfica". Es decir, que mientras Ibáñez trabajaba de botones, arruinaba continuamente contratos para su editorial y tenía que huir de manera cómica la mayoría de los días. ¡¡Y no lo echaron!! Ahora en serio, la tontería que tienen algunos con lo "autobiográfico" es digna de estudio.

¿Es esto tener mucha cara? No y quiero ser justo: ningún autor empieza de la nada. La tradición y las influencias externas determinan ya en buena medida qué primeros pasos seguirá como autor. Sólo cuando ya tiene experiencia es cuando empieza a ser original. En eso, Ibáñez no es algo inaudito ni vergonzoso. George Orwell se inspiró en la obra Nosotros para su famoso 1984 y hasta don Miguel de Cervantes no podría haber escrito el Quijote si no hubiera puesto sus ojos en la novela griega La vida de Esopo, que trata de un filósofo algo chalado y su sensato esclavo, quien por lo visto lo saca de bastantes líos. La propia página en francés cita una declaración de Franquin quitándole hierro al asunto.

Además, los verdaderos responsables de esta decisión fueron muy posiblemente los jefazos de Bruguera: le pusieron delante tiras de Gastón Elgafe y le ordenaron "Cópielas lo mejor posible. ¡Rápido!". Y a Ibáñez no le quedó otro remedio sino obedecer. Otra cosa, ya más sospechosa, es el hecho de que años después siguiera con las mismas tácticas, bien que más ocasionalmente. Tampoco es desconocido que un autor de cómic plagie sólo una viñeta o una secuencia de las mismas, práctica que en el ya citado ADLO! llaman "taquiones" por una escena de Watchmen.

                                         

El problema con el caso de Ibáñez viene con lo que podríamos denominar el efecto Bruguera: básicamente, durante casi década y media, una buena porción del sector editorial cayó en manos de quienes sólo querían continuar el efecto Mortadelo. Y se reveló imposible, claro, y no sólo por la creciente influencia del manganime, pero la peor consecuencia fue que en esa época se ignoró cualquier posibilidad de hacer tebeo patrio algo más maduro. Hubo cosas, como Superlópez y algunas de sus historias sociales (aunque empezara siendo una parodia) y quién puede olvidar a Carlos Giménez.

Por si esto fuera poco, Bruguera acabó transformándose en uno de esos famosos símbolos generacionales por los que todo el mundo siente nostalgia, vaya a usted saber por qué, porque la realidad es que era una compañía que, además de lo anterior, para colmo podía competir por su ética laboral con las de los tiempos de Roma, cuyos empleados eran esclavos. Esta nostalgia ha aumentado la imagen de Ibáñez como viejo entrañable todavía más, pues al buen señor no le faltan méritos: dicen que es un tío afable y se hace querer, aunque es la hostia de reservado.

Pero la verdad, siendo honesto, es que a veces chochea. En una entrevista que le hicieron ya hace cosa de medio año en la SER, declara sin ambages que la labor del entitador es poca cosa. No sé, señor Ibáñez, el entitador es bastante importante en la industria americana, por ejemplo, donde a veces aparece en la portada. Por supuesto, nada tendría en contra de la afirmación de Ibáñez si supiera respaldarla con argumentos, pero es que se justifica en la propia Bruguera, donde el entintado lo hacían loe últimos monos (bueno, dice muchas cosas, porque Ibáñez habla el triple de rápido que un ser humano corriente).

A ver, señor Ibáñez: en el peor de los casos, todo lo que eso demuestra es que en Bruguera, como han dicho cientos de expertos en la historia del cómic español antes, no se trabajaba bien. El entintado no tiene por qué ser una labor innecesaria sólo porque fuera algo así como un puesto para pringaos en Bruguera. Lo que haría el entintado una mala tarea es que en casi todas las editoriales del mundo se practicara del mismo modo, pero parece que no. Ni siquiera ya en España es así.

Y esto me hace pensar en una frase que siempre me ha gustado mucho y que dice que, si bien algunos han pasado por la universidad, la universidad no ha pasado por ellos. Pues en el caso de Francisco Ibáñez, no sólo él pasó por Bruguera, sino que Bruguera pasó por él. Además, anquilosarse parece frecuente entre autores que se pasan años haciendo el mismo tipo de obra hasta el punto de que las hacen en modo automático, por así decirlo. Charles Schulz pasó sus últimos años con fama de cascarrabias y Rumiko Takahashi tampoco ha destacado desde Ranma 1/2 por hacer algo realmente innovador (sin meterme a juzgar la calidad de sus últimas obras).

Mi amigo, compinche y, tengo cada vez mayor certeza, persona con la que comparto medio cerebro Mario Domínguez Soler también ha manifestado su opinión particular al respecto (se puede leer la conversación entera en otra página).



Su opinión abunda en la mía del síndrome de encasillamiento, de la nefasta influencia de la editorial, con además una comparativa con otros autores de Brugera. Coincido con él en que, si bien Ibáñez es bueno, es más que trabajó como un esclavo lo que le dio finalmente la fama, amén de la obvia suerte. Otros autores tenían otras cualidades, pero él tenía esa, que era la más valiosa para una editorial como Bruguera.

Si proseguiéramos la comparación con las tiras de Gastón, se me hace obvio que Ibáñez supo trabajar mejor los dúos: Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, el propio botones Sacarino interacciona especialmente con el director de El aullido vespertino. Su personaje en solitario más famoso es el más personal (y difícil de traducir), Rompetechos, cegato como él. Aunque desde luego volvió a cometer algún desliz, este se reduce a una escena y luego sigue coherentemente con el tema. Es posible que alguna obra como El sulfato atómico tenga ya la sospecha sobre todo el conjunto, como indican en En todo el colodrillo, pero diría que en líneas generales, aprendió por sí mismo a evitar esos errores.

Otra cosa es que, como ya he dicho, su estilo se haya quedado estancado y a veces haya dado productos como aquel tebeo en que salían el Capitán Trueno y sus cuates en lo que, tengo entendido, fue un festival de la vergüenza ajena. Charles Schulz y Rumiko sí han superado la prueba de repetirse con mayor acierto, porque tienen ambos otras cualidades como, respectivamente, la rapidez del gag y el dibujo que han sabido mejorar aunque el paquete sea más o menos el mismo.

Bueno, ni siquiera me hace falta salir de España: Superlópez ha ofrecido historietas largas graciosas, con muchísimos gags, en los que no se pierde en ningún momento el argumento principal. Hasta el propio Vázquez, rey de las tiras cortas y de reducir el chiste a una viñeta, fue capaz de crear una historieta larga, Agente del fisco, en la que el humor rápido y efectista no dañaba el argumento principal.

Por eso, tampoco puedo terminar la entrada sin decir que me parecen absurdos los intentos de los participantes del debate con Ibáñez en que intentan poco menos que sonsacarle que él es un autor político y social. No es eso ni de coña, y aquí hay que decir que el aludido se quita de encima semejantes atribuciones con bastante humildad, para lo que estamos acostumbrados a ver en según qué entrevistas que en mi opinión, tan sujeta al error como la de cualquiera, casi entran en la categoría de sexo oral. Sacar a un personaje de actualidad y ridiculizarlo de cualquier manera no hace a una obra social o política, aunque sea un mantra bastante extendido entre periodistas y otros seres llenos de pendatería.

En conclusión, a Ibáñez le ha acabado pasando lo mismo que a otros: ha acabado siendo esclavo de sí mismo y de cierta imagen que se ha creado.

P.D: Esta entrada ha pasado casi medio año como borrador, siendo editada de tanto en tanto. Aunque la he repasado, es posible que su irregular composición se haya notado durante la lectura. Si así ha sido el caso, lamento el hecho.

What happened with old pal Capolanda?

Well, it has been long. I updated the blog at the end of last year, but not for English readers. As I told on my last post, I got this job, that I still hold, and I still need the money. While I have left aside my personal programming, at the least it has helped to me to acquire some practical discipline and experience on a professional level.

And then, I almost died. Relax, it was just "almost". Basically, my heart had a congenital disorder that caused me an episode of arrythmia, a circumstance that has been my most painful experience ever, on the 2nd of December. At first, I thought I was having a heart failure, and after I warned my mother, we called emergency services. While I waited, I spent very, very bad moments. Finally, the ambulance arrived and they took me to the hospital. There I got various injections that caused me to vomit, which finally ceased the episode. And I spent the next three weeks and a half in the hospital.

Maybe some readers may thank me if I comment that, in Spain, health care is heavily taxed (social insurance, in other words) and I didn't have to pay a penny for this long internment (except what I have paid on taxes, of course). But, as a drawback, wait times can be eternal. I wasn't exactly sick, but rather at risk of suffering other attack that cold have led me to my grave. So, I needed to be performed a cardiac catheterization, where you take a very thin tube to heal people without having to cut their flesh. But, unluckily for me, the 6th and the 8th of December, both feasts in Spain, made a kind of holiday week last year, so it was the worst time to expect things to be done fast. So, I had to wait for a week for this operation, every second outside the shower with a telemetry to check I didn't suffer other attack.

Results? Half good. Although a vessel susceptible to cause tachycardia was indeed found and burnt (the medical team checked it because they artifically caused it), the same case of arrythmy that sent me to the hospital couldn't be reproduced. So, doctors suggested me to get an implantable cardioverter-defibrillator (ICD), and my bad luck wanted that there were reforms to install new material in the hospital that stopped me from having an MRI.

Why? Because in the future, the ICD, as it has a magnetic field, will interfere in the case I need one. So, I had to wait again, for a week and a half this time. Aside from being convalescent, I was pretty impatient at the start, but I resigned to my fate. Finally, I had the MRI and, finally lucky, I was implanted the ICD the next day. It was a short operation, but I spent that whole morning sleeping and I don't remember anything after I lay down on the operation table.

But I still had to spend even Christmas in the hospital and I didn't come back at home until the 26th. As you guess, I was on sick leave and I still spent the first month of this year resting. So, I am now a cyborg, but not of the cool kind from science-fiction, but actually weaker than the common man. Here you have some x-rays of various ICDs inside of people's thorax. Also, I have had to get used to this lump under my left armpit and to the fact that it keeps the object that could save my life under my flesh.

But, you see, you sometimes get over it. I had to admit that I have a chronic illness after a lifetime of not having anything remotely dangerous. I need medication, but as I have already mentioned, taxes help a lot and I only have to pay a small fraction of a cost that was initially low to start with. Once again, thanks to social insurance I received a communicator that sends periodically information of how my ICD and my heart are doing, along with a neat user's guide.

And still, I am happy that my only weakness is an equipment by electromagnetic induction, I could have died or become pretty crippled. So, after returning to work, I just continued living. By the way, we are testing this new schedule that will give us more free afternoons, so I think I can return to my personal projects.

But that will have to wait, because there are other things that will come down. Bye!