domingo, 12 de junio de 2022

Ensayo pantuflero (II): Personalidad y ambiente familiar.

Es lógico que, como personaje de historieta, el carácter de Pantuflo varíe, pero el suyo llega a contrastes asombrosos. Ora es amable, ora un tirano; ahora es un académico serio y riguroso, y de pronto sólo tiene interés en el vil metal. Para entender los numerosos contrastes del alma pantuflera, debemos ir capítulo por capítulo y de momento nos centraremos en cómo actúa en el seno de su familia.

Ambiente familiar

Cuando Pantuflo era conocido como Raguncio Feldespato, era un ser de execrables prácticas. Castigaba a sus hijos de modos brutales y despiadados, propios de tribunales revolucionarios.


Ha puesto una cesta para recoger sus cabezas. ¿Cómo puede ser tan cruel?

Con el tiempo, evolucionó a modos más suaves, pero con lentitud. En esta historieta, podemos ver que nuestro sujeto de estudio se deleita con instrumentos de tortura.


Su señora también está vivamente interesada. Peculiar familia, sin duda.

Dicha evolución duró décadas y, a pesar de sus ocasionales accesos a la cólera, Pantuflo pudo por fin pasar por un padre amoroso.


No obstante, aún seguía ahí esa tendencia a pensar mal de sus propios hijos. La primera de las dicotomías pantufleras empieza en su hogar y es adecuado, pues, que veamos cómo se relaciona con los suyos.

El padre pantuflero

Zipi y Zape necesitaban un origen, esto es, unos padres. Como padre, don Pantuflo es un ser impredecible, ya lo hemos dicho. Incluso en historietas de épocas similares cambia de historieta a historieta.


Crean dos androides indistinguibles de un ser humano. A Pantuflo, ¡plim!

La obsesión de Pantuflo con que sus hijos consigan laureles académicos es palmaria. Uno podría excusarlo alegando la importancia que tiene labrarse una buena educación, máxime en tiempos pretéritos cuando la autoridad del profesor era cuasi divina, pero en este hombre coinciden otros hechos.


Primero, Pantuflo es una suerte de intelectual impreciso. Aquí nos manifestamos contrarios a la opinión de que es catedrático de colombofilia, filatelia y numismática: Escobar le cambiaba la profesión según conviniera a la historieta y asimismo fue autor de seriales de radio, conferenciante y otras tantas profesiones. Don Pantuflo hace del habla (o, ya veremos, de la charla) su principal fuente de validación personal y de sustento económico.


Sin embargo, en ocasiones falla ostentiblemente. He aquí que Pantuflo muchas veces evade situaciones que revelen su ignorancia para salvaguardar su honor o, peor, crearse una falsa imagen ante sus hijos. Uno podría entender que estimulara a sus hijos, pero, realmente, ¿justifica el éxito el engaño? Pantuflo parece creer que sí, lo que le da un carácter hipócrita a sus actos.


Quizás el hecho de haber defendido el trabajo sólo para fracasar miserablemente lo ha decepcionado, pero, ¿acaso no conlleva el autoengaño una decepción aún mayor?


Eso sí, sin duda podría haber actualizado sus métodos educativos y haber reformado el cuarto de los ratones antes de que acabara ardiendo.

El esposo pantuflero

Pantuflo actúa en su casa como un rey, aunque muchas veces venido a menos.


Nótese la subordinación de doña Jaimita a su marido en la primera historieta. Nuestro sujeto incluso se congratula de ser inflexible, mientras que en la segunda cuida amorosamente de su esposa.


En otros casos, antes Pantuflo teme a su esposa. Dicho espectáculo suele darle la razón moral a ella, mostrándolo como un bufón pantuflero.


Finalmente, a veces Pantuflo le recrimina a su esposa que no lo respete, a pesar de que protagonice actos absurdos, como este estrambótico salto al jardín. ¡Luego hablarán algunos del suicidio homeopático…!


Y no faltaban veces en que era Jaimita la lista y Pantuflo un sosainas que se dejaba llevar por sus consejos.

Conclusiones sobre el ambiente familiar

Pantuflo se debate entre ser amoroso y ser demasiado moroso de la paciencia de sus seres queridos. Es un tirano venido a menos, pero tampoco un señor moderno. Su educación chirría con los tiempos modernos. Otras opiniones se decantan por destacar su mezquindad. Así, por ejemplo, veamos todos estos comentarios en que Pantuflo comete una pillería bastante impropia de un cumplido caballero.



¡Robando a sus propios hijos! Nótese el regocijo pantuflero ante este acto reprobable.


Lo anterior, sin embargo, no anula la aparición de ilustraciones como la superior, que arrojan otra luz sobre este individuo, siendo mostrado como una suerte de héroe trágico, a quien las obligaciones paternas oprimen.

Nos acercamos al centro de la cuestión, pero para avanzar es necesario cambiar el foco: la personalidad pantuflera tiene vértices en el mundo profesional.