sábado, 19 de marzo de 2022

Ensayo pantuflero (I). Nombres del individuo conocido como don Pantuflo Zapatilla.

En virtud a su naturaleza de tira cómica, algunos de los detalles de la que sería después denominada familia Zapatilla Llobregat varían de historieta a historieta. Como en este escrito nos centramos en don Pantuflo, debemos advertir que en las primeras historietas se llamaba Raguncio Feldespato.


Feldespato es un mineral, mientras que «Raguncio» es posiblemente una referencia a la universidad de Raguncia y a las pretensiones intelectuales de este individuo, a las que volveremos más adelante. No parece ser un nombre antiguo, aunque hay al menos un personaje de otra historieta de Bruguera llamado así. Es posible que sea una derivación cómica de ragú, un estofado. No es un nombre desde luego corriente en la época y, como tantos de Bruguera, son nombres intencionadamente cómicos.




No obstante, en la primera historieta, a la familia se la denominaba «Calabacín», muy posible referencia a las calabazas que ganarán Zipi y Zape por sus fracasos académicos, que analizaremos desde la perspectiva de su progenitor, pues es en parte responsable del mismo.


Posteriormente, pasó a llamarse don Pantuflo Zapatilla, hecho que celebrarán quienes consideren que es más eufónico que Raguncio. Como se ve, la viñeta del tuit afirma que se llama además de Felpúdez de segundo apellido, aunque no nos consta que vuelva a mencionarse.


Todos estos nombres me hacen pensar que, en realidad, don Pantuflo es un apodo que se puso a sí mismo seguramente por el complejo de tener tiene un nombre corriente y moliente, incluso vulgar, pero su egolatría desmedida le llevó a inventarse un nombre gracioso, similar al forero de los primeros años del siglo XXI. Su autoritarismo militante lo llevó a forzar a su familia y a influir sobre sus amigos para que lo llamaran así. Esto también explicaría el abandono de ese primer nombre-apodo, Raguncio Feldespato, con el que no se habría sentido demasiado a gusto o quizás lo consideró indeseable después de la Segunda Guerra Mundial por sus resonancias germánicas. En este sentido, quizás cabría preguntarse si sus hijos, Zipi y Zape, son una especie de adaptación al español del Sturm und Drag romántico. La germanofilia del europeo medio era mucho mayor a principios del siglo XX y España no escapaba a esa tendencia. Respecto al abandono al nombre Calabacín, quizás consideró que no tenía la suficiente ironía inserta.


Pues, ha de señalarse la dualidad de la palabra «pantufla»: un tipo blando de calzado, pero también una herramienta para castigar a los niños. Aunque la apariencia de don Pantuflo pueda parecernos simpática, es un señor cruel y amigo de los castigos físicos y encima humillantes, como se ilustrará en mayor detalle en secciones posteriores. Posiblemente el apellido Zapatilla siga la misma lógica, mientras que «de Felpúdez» revelaría tanto su ocasional servilismo como su deseo de pisotear a otros.


En contraste, su respetable señora, doña Jaimita Llobregat, se llama como una niña ficticia, protagonista de chistes coloquiales. En español al menos no existe una versión femenina del nombre Jaime. En contraste, Llobregat, como otros topónimos, es un apellido real.


No puedo dejar de pensar que toda la familia juega a ponerse nombres propios ridículos, como en un teatro de bambalinas. Eso explicaría su elevado uso del lenguaje, hasta los teóricamente iletrados Zipi y Zape se expresan de modo rico y arcaico. Muy adecuado a una familia, ya lo veremos, dedicada en exclusiva a dar que hablar.

En cualquier caso, esta es la razón de que, como ya se lee en el título, vaya a referirme con frecuencia a don Pantuflo como «el individuo pantuflero» u otras expresiones semejantes, según sea adecuadas al contexto.

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