domingo, 31 de octubre de 2021

Especial de Hallowe'en. Parte I.

Dos figuras, gráciles y de bellas formas, estaban a oscuras en un escenario. Después de un momento que se hizo eterno, se oyó al narrador.

¡Con todos ustedes, DANNY Y MICHURU!

Aplausos ensordecedores atronaron. Las luces se encendieron de modo que Danny y Michuru fueron lo primero mostrado. Los aplausos no podían ser ya más ensordecedores, así que el público cayó en la peor histeria imaginable. Cuando la pareja empezó a moverse, antes parecía un culto a uno de los dioses primigenios que un programa de televisión.
Por fin se iluminó el escenario. Este no difería en principio de cualquier otro plató, de hecho estaba demasiado vacío. Michuru era una joven de facciones orientales, constitución delgada y pelo verdoso. Llevaba el cabello en dos coletas y lo que parecía un uniforme escolar sin mangas. Danny era un joven escuálido, sin facciones demasiado identificativas. Parecía llevar un traje de discoteca desde hace dos días y tenía el pelo teñido de rubio en un tono chillón hasta lo insultante. Era algo más alto que Michuru.

¡Saludos, amigos!—saludó Michuru, alegre—Homo homonivorus ha vuelto debido a sus cartas, sus e-mails, sus amenazas y sus intentos de asesinato en masa hacia perfectos inocentes!
Les rogamos a la próxima que no ataquen un colegio—pidió Danny, juntando las manos—Ya han visto que los niños disparan primeros a las rodillas y luego martirizan al tirador. ¡Aún están buscando las orejas de uno!

El público dejó escapar un grito de horror.

Eso y que luego es un lío demostrar que no somos culpables legales de semejantes atrocidades, afortunadamente abortadas—dijo Michuru, alegre.
No obstante, no es seguro si vamos a volver—indicó Danny y tuvo que callar porque el público lo enmudecía con sus lamentos—Este programa es sólo una prueba…
¡Y qué más da, Danny!—replicó Michuru, y el público rugió—Ahora en serio, ¿no hay sillas ni mesa en este escenario?
Eso iba a decir yo, que en realidad sustituimos a Mister Chof.
¿Cómo es posible? ¡Tienen un grandísimo éxito! Y yo he aprendido con ellos a cocinar con niños de por medio…—guiñó el ojo con picardía y el público rió, alegre.
Han cazado una especie protegida: ¡grillos!

Michuru se sorprendió hasta el punto de abrir la boca en un perfecto círculo.

¡Ah, cómo caen los grandes!—dijo Michuru, sacudiendo al cabeza—Bueno, ¿nos sentamos en el suelo, o…?
Por ahí traen asientos—señaló Danny, y entró una mujer.

Era morena, tenía el pelo cortado a nivel del cuello e iba vestida de modo humilde. A Michuru se le iluminó el rostro al verla. El público cuchicheó.

¡Qué bueno! ¡Polita, dichosos los ojos! Sé que sobreviviste a nuestro último programa...—la abrazó cuando Polita dejó las sillas.
Sí. Cuando el público asaltó el plató, un estúpido se me echó encima. Entonces le puse un punzón en el cuello y lo amenacé para que se quedara así. Al final, cuando acudieron los antidisturbios, lo molieron a palos.

Los tres rieron.
¡Qué locura de día fue aquel!—dijo Danny.
Locura, Danny, fue cada programa que pasé con vosotros—dijo Polita, dándole a él una silla—Aquello fue el remate.
¿Y no te dieron ninguna compensación?—preguntó Michuru.
Sí, pero siempre he querido salir en la tele. Pero de verdad, como vosotros.
Mujer, ya tendrás tu oportunidad—dijo Danny—¡Un aplauso, por favor!

El público aplaudió, cosa rara, sin comportarse como una jauría de animales salvajes. Polita saludó con discreción. Michuru y Danny se sentaron.

Como dijera mi primo, Michuru, ¡mi culo protegido!

Se oyeron risas obscenas.

Tu primo, Danny, era un poco hijo de puta y lo sabes—el público soltó una exagerada exclamación.
Mujer, era un grandísimo detective. Se saltaba los derechos humanos, pero, ¡por pura necesidad!
¡Claro, claro!—dijo Michuru e imitó una boca hablando con la mano, lo que provocó risas—Bueno, si dejamos a tu primo, se supone que este programa va sobre la Víspera de Todos los Santos, esto es, Hallowe’en es su contracción en inglés.
Sí, eso es—Danny contempló el desangelado plató, absolutamente vacío excepto por ellos mismos, sentados—Aunque no sé cómo vamos a trabajar así...

No hubo acabado de decir la última sílaba, cuando todo se oscureció. El público gritó realmente asombrado. Quizás se pudo oír a Michuru decir «¿Qué diantres…?» cuando se oyeron gritos de dolor, tanto masculinos como femeninos.
El público gritó enfurecido y aterrado, hasta que, cuando las luces volvieron, se horrorizó de ver a nuestra bella pareja ensangrentada, con lo que parecían mordiscos en sus brazos y parte del abdomen.
De pronto, ¡se movieron! Abrieron los ojos lentamente, con Michuru tosiendo con fuerza.

Danny… ¿Cómo… estás?

Danny tenía los ojos vueltos hacia atrás. El público gritó espantado, hasta que de pronto recobraron su posición natural.

En la cama, contigo, he llegado a estar peor.

El público rió, aliviado.

¡Qué gracioso!—dijo Michuru, aunque a ella también le hizo gracia—Muy bien, como es Hallowe’en, los presentadores son transformados en zombies. ¡Hablaré con mi abogado!

El público volvió a reír. Michuru los miró, contrariada. De pronto, entró un hombre con máscara química y armado con un cuchillo de gran longitud.

¡Ostras!—dijo, sin gritar pero de manera perfectamente audible—No me figuraba que este era mi trabajo.

Danny se intentó levantar, pero dio un respingo por el dolor. Michuru, después de verlo dolorido, se levantó con mayor cuidado.

¿Y tú eres…?
Un exterminador de zombies. Me han contratado, pero jamás me imaginé que vosotros fuerais mi objetivo.

El público empezó a protestar, mientras que Danny y Michuru se abrazaron horrorizados.

¡Tranquilos! No pienso hacerlo, aún estáis a tiempo de no transformaros.

Danny se fijó en él con atención. Lanzó un grito de sorpresa.

¡Lo conozco! ¡Es el famoso exterminador de zombies legendario!—declaró—¡El Caimán! ¡Lo llaman así por su ferocidad!

El público aplaudió, aunque se notaba que no acababan de entender si todo estaba preparado o los propios presentadores no sabían nada.

Me consideran un tipo violento, pero nunca ataco sin razones—dijo el tipo, sentándose en una silla enorme que le trajo Polita, pues él mismo era bastante grande—¡Gracias, chata!
Diría que mides cerca de dos metros con veinte centímetros—dijo Michuru, midiendo al Caimán con las manos.
Pues sí. Además, peso cerca de ciento cincuenta kilos.

Danny chasqueó los dedos.

¡Creo que ya sé de qué trata este programa! De familiarizarnos con los monstruos y verlos como fenómenos naturales.

Michuru puso cara de escepticismo.

Creo que eso no sería beneficioso, Danny. Tu idea está bien planteada, pero es demasiado generosa.
Creo que doña Michuru lleva razón.
Llámame por mi nombre, Caimán.
Si me llamas «Cai» a cambio.
¡Claro! Lo que sea por el hombre que no me ha ejecutado cruelmente.

Ya parecía hallarse el universo en calma, cuando un nuevo estrépito volvió a sacudirlo. Repentinamente, se oyeron cristales rotos.

¿PERO QUIÉN ES USTED?—gritó Polita, desde fuera.

Entró una mujer policía, llevando un arma. Michuru levantó las manos. Justo detrás de la policía, entró Polita protestando.

¡Le digo que no pasa nada, que esto es el programa de Danny y Michuru! ¡Homo homonivorus!—discutía ella.
¡Todo el mundo sabe que ese programa se dejó de emitir hace diez años!—respondió la oficial, con la seguridad de quien dice algo que sabe cierto.

No obstante, se volvió a Polita.

A ver, identifíquese—le ordenó.

Polita, ya a su lado, le mostró su tarjeta de trabajo, colgada al cuello.

¿Confirma usted que ese joven—señaló a Danny—y aquella joven—señaló a Michuru—son los tales Danny y Michuru?

Polita se lo pensó antes de responder.

Desde luego, tienen su apariencia física y además me han reconocido como una antigua compañera suya. Ya sabe usted que el programa…
Sí, que se comían sus propios clones—dijo la oficial con un gesto de profunda repugnancia—De todos modos, usted confirma hasta donde usted sabe que son ellos.
Sí—dijo Polita, firme.

Danny y Michuru suspiraron de alivio. Polita era una cabeza más baja que la oficial.

No obstante, han sido atacados por zombies, ¿no es así?
Era parte de la sorpresa, pero sí—asintió Polita.

El público lanzó una exclamación dando a entender que ya lo habían adivinado.

¿Es usted consciente de que se la podría acusar de atentado contra la salud pública?—dijo la oficial, dura—Jugar con zombies la puede llevar a la cárcel, y ya sabe lo que pasa allí con el jabón.
No, no puede ser—dijo Polita, y le enseñó el reverso de su tarjeta.

La policía la tomó, indignada. La lectura de la misma la disgustó aún más.

Si he entendido bien, usted no asume responsabilidades y además está exonerada «en todo el multiverso y en cualquier línea temporal»—leyó la policía, queriendo ser dura, pero no pudo disimular su asombro ante semejante especificación.

Polita asintió, grave.

Yo misma estoy en peligro por ayudar en la emisión de este programa, que ha causado tumultos y numerosos actos violentos—declaró, y se ganó el aplauso del público.
¿Y no siente siquiera una pizca de culpabilidad sabiendo eso?
Pagan bien y necesito el dinero. Cuando era joven, mi hermana y su marido murieron en un estrafalario choque entre un elefante y un cóndor gigante, y dejaron a sus hijos a mi cargo.

El público dejó escapar su emoción.

Ehm…—dijo el Caimán, con delicadeza—Tranquila, Juli. Los chavales aún son recuperables.

La policía lo miró, suspirando.

Para ser un exterminador de zombies tan famoso, es curioso que no tengas prisa por acabar con dos zombies.
Oiga, aún puedo hablar—protestó Danny—Si es necesario, me vacunaré.
Y yo aún recuerdo el número de mi abogado—dijo Michuru, bajando los brazos—Créame que es un fenómeno para cualquier tipo de querella, cosas de representar a figuras como la presente—amenazó, señalando a la tal Juli con el dedo.
¿Sabe usted cuánto le cuesta a la población la fama de sus gansadas, así como las de su compañero?—preguntó la policía.
¡NO LO SUFICIENTE!—gritó el público y empezó a reír grotescamente.

Michuru hizo la señal de la victoria y Danny se encogió de hombros con una sonrisa afectuosa que no sirvió para calmar a la indignada oficial.

Usted disculpará a nuestro público, necesariamente subjetivo por ser demasiado emotivo—dijo Danny—Creemos que este programa tiene como objetivo familiarizar al público con todos esos elementos que, por estar relacionados con Hallowe’en, se ven como sobrenaturales.
¿Creéis?—preguntó la policía, asombrada, sentándose en la silla que le trajo Polita—¡No me digáis que este programa es improvisado…!
Este sí, porque somos los sustitutos de última hora—explicó Michuru—Aunque no nos sentimos avergonzados de admitir que la improvisación es la razón que nos dio el éxito. Al fin y al cabo, le da vida al programa.

El público la aclamó. La policía iba a replicarla, cuando de nuevo se oyó un estrépito de cristales rotos.

¡ESTO YA ES DEMASIADO! ¿Y TÚ QUÉ ERES? ¿UNA FRIKI DE DRAGONES Y MAZMORRAS?—preguntó Polita, con una voz que sonaba incluso aburrida al final de su frase de diálogo.Entraron unas mujeres con unas espadas impresionantemente largas. Michuru y Danny se miraron y se levantaron.

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