En virtud a su naturaleza de tira cómica, algunos de los detalles de
la que sería después denominada familia Zapatilla Llobregat varían
de historieta a historieta. Como en este escrito nos centramos en don
Pantuflo, debemos advertir que en las primeras historietas se llamaba
Raguncio Feldespato.
Feldespato
es un mineral, mientras que «Raguncio» es posiblemente una
referencia a la universidad de Raguncia y a las pretensiones
intelectuales de este individuo, a las que volveremos más adelante.
No parece ser un nombre antiguo, aunque hay al menos un personaje de
otra historieta de Bruguera llamado así. Es posible que sea una
derivación cómica de ragú, un estofado. No es un nombre desde
luego corriente en la época y, como tantos de Bruguera, son nombres
intencionadamente cómicos.
No
obstante, en la primera historieta, a la familia se la denominaba
«Calabacín», muy posible referencia a las calabazas que ganarán
Zipi y Zape por sus fracasos académicos, que analizaremos desde la
perspectiva de su progenitor, pues es en parte responsable del mismo.
Posteriormente,
pasó a llamarse don Pantuflo Zapatilla, hecho que celebrarán
quienes consideren que es más eufónico que Raguncio. Como se ve, la
viñeta del tuit afirma que se llama además de Felpúdez de segundo
apellido, aunque no nos consta que vuelva a mencionarse.
Todos
estos nombres me hacen pensar que, en realidad, don Pantuflo es un
apodo que se puso a sí mismo seguramente por el complejo de tener
tiene un nombre corriente y moliente, incluso vulgar, pero su
egolatría desmedida le llevó a inventarse un nombre gracioso,
similar al forero de los primeros años del siglo XXI. Su
autoritarismo militante lo llevó a forzar a su familia y a influir
sobre sus amigos para que lo llamaran así. Esto también explicaría
el abandono de ese primer nombre-apodo, Raguncio Feldespato, con el
que no se habría sentido demasiado a gusto o quizás lo consideró
indeseable después de la Segunda Guerra Mundial por sus resonancias
germánicas. En este sentido, quizás cabría preguntarse si sus
hijos, Zipi y Zape, son una especie de adaptación al español del
Sturm und Drag romántico. La germanofilia del europeo medio era
mucho mayor a principios del siglo XX y España no escapaba a esa
tendencia. Respecto al abandono al nombre Calabacín, quizás
consideró que no tenía la suficiente ironía inserta.
Pues,
ha de señalarse la dualidad de la palabra «pantufla»: un tipo
blando de calzado, pero también una herramienta para castigar a los
niños. Aunque la apariencia de don Pantuflo pueda parecernos
simpática, es un señor cruel y amigo de los castigos físicos y
encima humillantes, como se ilustrará en mayor detalle en secciones
posteriores. Posiblemente el apellido Zapatilla siga la misma lógica,
mientras que «de Felpúdez» revelaría tanto su ocasional
servilismo como su deseo de pisotear a otros.
En
contraste, su respetable señora, doña Jaimita Llobregat, se llama
como una niña ficticia, protagonista de chistes coloquiales. En
español al menos no existe una versión femenina del nombre Jaime.
En contraste, Llobregat, como otros topónimos, es un apellido real.
No
puedo dejar de pensar que toda la familia juega a ponerse nombres
propios ridículos, como en un teatro de bambalinas. Eso explicaría
su elevado uso del lenguaje, hasta los teóricamente iletrados Zipi y
Zape se expresan de modo rico y arcaico. Muy adecuado a una familia,
ya lo veremos, dedicada en exclusiva a dar que hablar.
En
cualquier caso, esta es la razón de que, como ya se lee en el
título, vaya a referirme con frecuencia a don Pantuflo como «el
individuo pantuflero» u otras expresiones semejantes, según sea
adecuadas al contexto.