Por julio, Mario Donato me pidió que desarrollara un tema que al menos a mí me preocupa un poco: la tendencia existente a admitir devoción por figuras cada vez más superfluas y recientes. El contexto en este caso es una ópera que van a hacer de la vida de Steve Jobs. Es necesario recordar que como mínimo ya hay dos películas sobre el mismo caballero. Que Jobs era un hombre admirable, no lo negaré, pero ya se está alcanzando el nivel del ridículo absoluto.
Pero su caso no es ni mucho menos único. Si uno echa un vistazo a la tele, a los diarios, a según qué revistas, uno encuentra expresiones que sólo habría esperado encontrar dentro de una iglesia. Seres humanos tratando a otros seres humanos como si fueran enviados del cielo, dioses más allá de la comprensión de los mortales.
El fenómeno no es precisamente nuevo. SuperSantiEgo ya comentó en su blog el caso del devoto literario: aquel que hace de un escritor su divinidad particular y se dedica a ensalzarlo en palabra, obra y espíritu... Para asombro e irritación del prójimo. Señalaba también que, si bien este tipo de actitud es propio de la música, donde el término fan se oye con mucha frecuencia, sin embargo se empezaba a notar en otros ámbitos y que gente como Richard Dawkins ya empezaba a tener sus propios devotos.
¡Qué corto te quedaste, Santiago! Ahora vemos bien claro que no sólo es que a los famosos les salgan feligresías así como de la nada, sino que algunos personajes con ambición de fama suelen empezar su carrera mediante un sondeo de la población, no sólo en el sentido tradicional del márketing, sino que también buscan el perfil de sus posibles devotos.
Lo peor es que este problema se encuentra en los diarios y secciones "culturales", los programas de música, y los blogs más variopintos. ¿Cuántas veces hemos leído una entrevista en que sólo faltaba que el entrevistador se arrodillara ante un poeta? Muchas veces nos intentan vender los polémicos puntos de vista de Agapito Cagaflores o quien toque como nueva vaca sagrada de los que están en contra de las vacas sagradas "oficiales", pero pocas habré visto en que alguien defendía las ideas de alguien porque le parecieran simplemente correctas.
Luego, la gente culpa a los YouTubers o a los frikis que salen en Gran Hermano, pero la verdad es que ya existía el germen del problema. ¿Qué es, si no, Fernando Vallejo? ¿En serio los patéticos ataques a la física de este agitador de taberna son cultura, pero no las naderías de un terraplanista? ¡Anda a cagar a la vía!
Y como a todo el mundo le gusta que le digan elogios, pues se extendió a otros ámbitos. A mí uno que me causa especial lástima es el de Albert Einstein. Que este señor era genial, no cabe duda, pero jamás habló del cerebro humano en términos de porcentajes, aunque los devotos de la cienciología insistan en que sí. En el caso de la tecnología, pues ya hemos mentado a Steve Jobs, quien también acabó por ser víctima del culto alrededor de su persona. Es interesante que este fenómeno se extiende con la palabra "artista": si alguien puede ser llamado así, es muy probable que le salgan devotos. Los deportistas son otro ejemplo, no hay más que ver la reacción de algunos hinchas cuando su jugador favorito se cambia de camiseta o se ven imputados por fraude fiscal.
No hablemos de la frase "O lo amas, o lo odias". Pues dependerá de qué, porque hay declaraciones que no merecen ni una pedorreta de burla, con franqueza. Puedo admitir que hay obras que, por la mala leche que destilan, se resisten a un análisis racional, pero tampoco lo imposibilitan. Ahora que lo pienso, ese es el quid del devoto: necesita tener una salida a sus sentimientos y la religión no se la da. Como también dice SuperSantiEgo en su entrada, allá aquel que quiera rendirle culto en la privacidad de su casa a su autor predilecto, pero en público que se porte con decoro.
Aquí había escrito yo otro texto, pero lo he borrado porque, primero, hablaba de un hecho cuyos detalles no recuerdo bien, segundo, porque ha pasado algo que se complementa muy bien con la frase comentada al principio del párrafo anterior. Resulta que Shen, el autor de Owlturd, ha caído en mal estado anímico por culpa de las críticas salvajes que ciertos individuos le dedican continuamente. Básicamente, Shen tiene un hatedom: el opuesto del fandom, y a veces peor. Y no sólo lo incluyo aquí porque ambas posturas sean igualmente irracionales, sino porque he detectado que un devoto, sin importar a quien adore, tiene una tendencia inusualmente agresiva hacia otras figuras públicas que no vea dignas de sus sentimientos.
Por eso, aquí humildemente propongo que recuperemos la cordura y recuperemos la admiración como sentimiento apropiado hacia quienes nos sombran con su gran trabajo.
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