jueves, 27 de diciembre de 2018

Mi reciente encontronazo con la mortalidad.

El domingo 2 de diciembre, a eso de las tres y media de la madrugada, me desperté con un dolor que me oprimía el pecho. Al principio, pensé que sufría un infarto y avisé a mi familia. Mi madre se levantó, tras lo cual me empeñé en llegar andando al hospital Macarena (vivo a unos minutos), pero una tía mía exigió que llamara a urgencias. Empezó para mí una media hora realmente espantosa, durante la cual creía que acabaría muriendo en cualquier momento.

Al fin llegó la ambulancia y después de preguntarme mis síntomas otra vez, me llevaron al hospital y me clasificaron inmediatamente. En una sala de urgencias, me preguntaron repetidas veces si por algún casual había consumido alguna sustancia estupefaciente poco antes de ese ataque, a lo que juré en todas y cada una de ellas que jamás he consumido.

Por aquel entonces, ya habían encontrado cuál era mi mal: arritmia, y me aclararon que no tenía nada que ver con infartos como creía. Me administraron un par de dosis de adenosina que, no obstante, no hicieron efecto. De pronto, sentí una terribles arcadas y a pesar del aviso del equipo médico, vomité con todas mis fuerzas, lo cual pasó a alabar de inmediato cuando vieron que mi ataque cesó, aunque no la sensación de opresión, que esperaría hasta mucho después.

Me pasaron a lo que más tarde identifiqué como la UCI de coronarias, donde me desnudaron y me pusieron en observación. Después de hablar con mi madre, dormí hasta buena parte de la mañana siguiente. A mi despertar, una doctora me aclaró que lo mío es un problema congénito, en concreto tuve un ataque de taquicardia, causado por la disposición del tejido nervioso en mi corazón, que parece que salta fácilmente a causa de esfuerzos difíciles de identificar. Comenté que ya había notado que tenía cierta propensión a sufrir acelerones del ritmo cardíaco y en cierta ocasión me dolió el pecho mientras reía por la calle despreocupadamente, pero jamás le di ninguna importancia. La doctora nos comunicó a mi familia y a mí que la solución consistía en un cateterismo que quemara la vía anómala. Dimos nuestra aprobación.

Fue entonces cuando entendí que allí no había baño y debía realizar mis necesidades bien sentado, bien acostado. Tampoco me dejaban caminar porque mi estado al llegar era grave. Para una persona más bien inquieta y más bien reservada para las cosas de la higiene elemental como yo, fue bastante desagradable. En cierto momento, al mover la botella de orinar me dio otro ataque de taquicardia, que el equipo médico solucionó con amabilidad indicándome una curiosa maniobra, llamada "hacer caca": hinchar la barriga y apretar las manos contra la misma a la vez, sin ceder en ninguno de los dos esfuerzos, hasta que el ritmo cardíaco vuelva a la normalidad.

Allí permanecí el domingo y buena parte del lunes, cuando al fin me trasladaron a coronarias y me pusieron una telemetría por si acaso. El miércoles al fin pasó mi doctora, pues no tenía consulta el martes, y entonces me enteré de que me había tocado mala época por ser el puente de la Constitución y de que me tocaba ser paciente en el otro sentido: el cateterismo sería el siguiente lunes, 10 de diciembre. Comenzaron para mí cuatro días sumamente tediosos, pero llegó al fin el lunes 10 y la intervención tuvo lugar. Para el que no lo sepa, consistió en introducirme un tubo muy fino por la arteria femoral, cerca de la ingle para ser más claros, que llegara hasta el corazón para quemar la susodicha vía.

Esta fue un éxito (fueron tres horas en las que permanecí medio inconsciente por el efecto de la anestesia), pero había un problema: si bien pudieron provocarme una taquicardia (para así identificar qué vía quemar), el cuadro de esta arritmia no era el que me identificaron, más grave. Así que me comunicaron que debía quedarme más tiempo para otra operación: implantarme un desfibrilador automático implantable, DAI (ahora implantado). Y he aquí que se juntó otra mala época: la sala de resonancias estaba en obras para instalar otro aparato. Debía esperar diez días, en los que mi paciencia estuvo a punto de acabarse dos veces, pero supe resignarme a tiempo.

Durante ese tiempo, me hicieron una ecografía que no reveló nada perjudicial y superé la primera de mis convalecencias, pues el cateterismo me obligó a guardar cama durante unas horitas. Durante esos diez días, tuve que ser cuidadoso al caminar, pues tenía unos hematomas como resultado de la intervención.

Para el que no lo sepa, una resonancia es una exploración del cuerpo mediante potentes campos magnéticos. La principal razón para realizarla entonces era que el desfibrilador en el futuro interferiría. Una vez cumplido el trámite el jueves 20, me operaron al día siguiente en una intervención cortísima, pero tras la cual me dormí hasta la hora de comer. Parece que me quejé del dolor y me dieron paracetamol, algo inaudito en alguien dado a disimular sus penas físicas como yo. Dicha intervención me ha introducido un pequeño dispositivo electrónico en el costado a la izquierda del pecho, debajo del sobaco, amén de un cable que conecta dicho dispositivo hasta la zona del esternón. Dos incisiones que suman once puntos, creo.

Además, me dieron un comunicador que se conecta con un ordenador en la consulta de mi cardióloga, quien podrá controlar en el futuro mi evolución cardíaca. Esto es el futuro, señores. Aquí enlazo el aparato en cuestión.

Empezó otra espera, principalmente para retirarme los vendajes para las dos incisiones así como para una radiografía pectoral. Esto conllevó otra convalecencia que aún dura, pues sigo teniendo los puntos. Llegó Nochebuena y me pilló allí, pero ayer, día 26 por fin recibí el alta y volví andando (repito que vivo cerca). Ahora mismo espero el día 31 para que me quiten los puntos de una vez y el día 2 de enero para hablar con el doctor de cabecera sobre mi baja médica y cuándo debería incorporarme al trabajo.

Desde luego, este año voy a acabarlo por la puerta grande, sin duda. De todos modos, aún estoy asimilando el hecho de que tengo un bulto en el costado izquierdo, de que un cable recorre mi pecho hasta el esternón y de que dentro de unos años se habrá de repetir al menos parte de la operación. También estoy asimilando el hecho de que tendré un problema de salud crónico y que puede limitarme en algo tan elemental como la conducción, aunque ahora mismo no disponga de automóvil.

Ninguno de mis problemas médicos ha sido jamás de tal magnitud ni he tenido que arrostrar posteriormente consecuencias demasiado graves. Desde luego, me hago cargo de que hay casos mucho peores, pero he pasado de preocuparme por el sobrepeso a por problemas del corazón, lo que me ha supuesto un gran shock. Siempre pensé que, si alguna vez acabara con problemas, sería por motivos alimentarios, pero los facultativos sólo me han indicado una sencilla medicación, pues los diversos análisis que me han realizado no revelan nada preocupante en mi tensión o en mi nivel de azúcar en sangre. Tampoco puedo dejar de pensar que debería haber ido al médico por si acaso cuando me dolió el pecho por la calle, pero bueno...

A este respecto, la tuitera Bukuku, interesada en la narración a través de Twitter de mis padecimientos corporales, encontró por internet un pdf del mismito manualito que me han dado, que enlazo para quien sienta curiosidad.

No me puedo quejar del trato por parte de los médicos, aunque los tiempos de espera han sido desesperantes, como los propios facultativos han admitido. Aquí hay que decir que el nivel del hospital es muy bueno. La Sanidad Pública española es de las mejores del mundo, justo en reconocerlo.

También la respuesta de mi familia ha sido inmejorable, incluyendo a familiares que no veía desde hace mucho. Mis conocidos del trabajo han sido amables conmigo, así como los de Twitter.

Pero bueno, no nos pongamos tristones. A su manera, todo lo ocurrido me ha hecho un poco cyborg, lo que como aficionado a la ciencia-ficción y la fantasía no deja de parecerme gracioso de comentarlo (y a varios de mis conocidos). Y afortunadamente, mi vida normal no debería verse alterada en absoluto. ¿No es bueno, señores?

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