Hace ya bastantes años que conocí al autor del libro que comento hoy, más conocido como SuperSantiEgo de La Realidad Estupefaciente. Fue una época en la que, conociendo ya la decepción que es el mercado laboral español, cambié de costumbres en una pequeña crisis a mis veintisiete años. En aquel entonces, a través de un blog llamado El cuchitril literario, que no sé si seguirá existiendo o no, conocí otros dos blogs de literatura (y otras cosas): Proyecto Seléucida (1) de Seleucus y el susodicho. No recuerdo a cuál de los dos conocí antes, pero sí creo que a uno lo conocí a través de los comentarios que dejaba en el blog del otro.
Sea como sea, sé quién es y que además Santiago Bergantinhos es escritor de relatos y novelas y ya he leído dos de sus obras en formato de libro electrónico. Dichas obras las habría comentado en Amazon, que fue donde las adquirí, pero el portal con nombre de legendario pueblo de guerreras tiene la curiosa (por no decir absurda) normativa de no permitir opiniones de lectores si no han gastado un mínimo de 50 euros. Condición que no cumplo, porque hasta hace poco desconfiaba mucho de comprar por Internet, aparte de que tampoco me resultaba imprescindible para proveerme de lo necesario y disfrutar de mis aficiones. Así pues, soy uno de los seres humanos que menos han gastado en Amazon pudiendo haberlo hecho.
Así pues, como acabo de leer la segunda de obras en castellano, quiero al menos dejar constancia aquí de qué me parecen, en mi querido blog. Para Het, que leí en 2014, hube de pedirle a un amigo que colgara mi opinión en la página de Amazon (veremos si algo similar hago con El hombre y su lágrima); pues por aquel entonces había abandonado mi primer blog, El tablero intelectual. Sin más preámbulos, allá va mi opinión.
A mí me ha gustado. Fin. ¡No, que es broma!
La inocente Clarita, siempre preocupada por la gramática, es el punto de partida de una exposición sobre el ser y la forma, de las diversas partes en que se divide el alma, de cómo lo que nos separa es al mismo tiempo aquello que nos da sentido y de una búsqueda largo tiempo antes emprendida.
Como novela erótica, es sobresaliente: no se hace aburrida ni reiterativa, y transmite los sentimientos de los personajes desde diversos puntos de vista. El sexo es aquí un sistema de conocimiento para los personajes, tanto de sí mismos, como de su prójimo. No es de extrañar, por tanto, que la ausencia de actividad sexual sea una muestra de dejadez intelectual. Es preciso decir que el nivel de lo expuesto es aproximado al del porno medianamente fuerte, pero en ningún caso cae en lo repugnante.
Como novela filosófica, aunque no soy precisamente el nuevo Wittgenstein, comprendí las discusiones, pues están insertadas perfectamente: si se ponen a hablar del superhombre, es por un motivo. Es curioso decir que se nombra a Nietzsche tanto para bien como para mal (no seré yo, sin embargo, quien ahonde en el tema).
El lenguaje merece especial mención, pues recrea con atención esmerada cierta sensación de alienación para el personaje epónimo Het y es poético: no pocas veces veremos repetida una metáfora para describir la misma acción o el mismo personaje, de un modo similar al epíteto épico. La puntuación es bastante liviana, lo que logra una descripción bastante fluida, en la que más de una decena de acciones se encadenan con la misma naturalidad como que durante un paseo no hacemos pausas, sino que caminamos continuamente.
Respecto a la historia, es una novela aparentemente realista, pero abunda en descripciones oníricas o imaginadas (como la orgía que tiene lugar a bordo del autobús). No obstante, es erróneo considerar que no importan: como en la filosofía, las ideas son las que importan, y en Het tanto da que un personaje obtenga una impresión de unos hechos objetivos o esté “alucinando”, si es el motivo de su acción. El teorema de Thomas, ni más ni menos, aunque presentado con mayor gracia.
Además, cada personaje simboliza (y a veces ironiza) algunas corrientes filosóficas. Ya la propia protagonista, Clarita, tiene la peculiaridad de haber nacido sin himen, lo que hace su acercamiento al sexo bastante ingenuo y viene a ser justo lo contrario a la Virgen María. Por tanto, hay dos niveles de lectura: una novela erótica con personajes inusualmente cultos, y debajo de esta capa una alegoría filosófica.
Es decir, que el autor realmente ha cumplido su misión: hacernos reflexionar sobre ciertos conceptos a través unos personajes que, en principio, sólo follan un montón. Asombroso y digno de elogio.
A mí me ha gustado. Fin. ¡No, que es broma!
La inocente Clarita, siempre preocupada por la gramática, es el punto de partida de una exposición sobre el ser y la forma, de las diversas partes en que se divide el alma, de cómo lo que nos separa es al mismo tiempo aquello que nos da sentido y de una búsqueda largo tiempo antes emprendida.
Como novela erótica, es sobresaliente: no se hace aburrida ni reiterativa, y transmite los sentimientos de los personajes desde diversos puntos de vista. El sexo es aquí un sistema de conocimiento para los personajes, tanto de sí mismos, como de su prójimo. No es de extrañar, por tanto, que la ausencia de actividad sexual sea una muestra de dejadez intelectual. Es preciso decir que el nivel de lo expuesto es aproximado al del porno medianamente fuerte, pero en ningún caso cae en lo repugnante.
Como novela filosófica, aunque no soy precisamente el nuevo Wittgenstein, comprendí las discusiones, pues están insertadas perfectamente: si se ponen a hablar del superhombre, es por un motivo. Es curioso decir que se nombra a Nietzsche tanto para bien como para mal (no seré yo, sin embargo, quien ahonde en el tema).
El lenguaje merece especial mención, pues recrea con atención esmerada cierta sensación de alienación para el personaje epónimo Het y es poético: no pocas veces veremos repetida una metáfora para describir la misma acción o el mismo personaje, de un modo similar al epíteto épico. La puntuación es bastante liviana, lo que logra una descripción bastante fluida, en la que más de una decena de acciones se encadenan con la misma naturalidad como que durante un paseo no hacemos pausas, sino que caminamos continuamente.
Respecto a la historia, es una novela aparentemente realista, pero abunda en descripciones oníricas o imaginadas (como la orgía que tiene lugar a bordo del autobús). No obstante, es erróneo considerar que no importan: como en la filosofía, las ideas son las que importan, y en Het tanto da que un personaje obtenga una impresión de unos hechos objetivos o esté “alucinando”, si es el motivo de su acción. El teorema de Thomas, ni más ni menos, aunque presentado con mayor gracia.
Además, cada personaje simboliza (y a veces ironiza) algunas corrientes filosóficas. Ya la propia protagonista, Clarita, tiene la peculiaridad de haber nacido sin himen, lo que hace su acercamiento al sexo bastante ingenuo y viene a ser justo lo contrario a la Virgen María. Por tanto, hay dos niveles de lectura: una novela erótica con personajes inusualmente cultos, y debajo de esta capa una alegoría filosófica.
Es decir, que el autor realmente ha cumplido su misión: hacernos reflexionar sobre ciertos conceptos a través unos personajes que, en principio, sólo follan un montón. Asombroso y digno de elogio.
(1) Proyecto Seléucida en Singapur desde el momento en que Seleucus se trasladó a esta ciudad-estado.
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